Casco amarillo. Traje azul. Visera negra. Nunca había visto esa
mirada. Me aterras, Valentino.
“Este Mundial me lo han cambiado”, que diría cualquier ciudadano de a pie. ¿Dónde quedan aquellas temporadas que se decidían en verano y que en Septiembre nos dejaban con todo ya muy visto? Mira lo que ves. Cuatro fieras en los acantilados de la velocidad ganándose la gloria eterna y dos de sus archienemigos apretando los límites para encontrarse. No soy el resumen de los 16 capítulos que llevamos de historia, soy el reflejo de lo que tienes delante. En tres semanas todo eso desaparecerá. Echarás de menos hasta estar en desacuerdo con todo esto que te voy a contar.
Un Mundial a dos finales. Un Título a dos cartas. Una victoria a dos jugadas. Dos movimientos. Dos pilotos opuestos. Dos colores diferentes. Dos miradas y dos experiencias. Llegados a la base malaya, no es discutible el merecimiento absoluto de los participantes para llegar a esta gran final. El espartano más rápido al que he temido contra el Valentino más Rossi de toda su obra. A veces el tiempo solo sirve para elaborar pilotos. Para ir colocándoles las piezas de la genialidad. Cuando lo tienes todo y te crees un todo, llega el tiempo para darte la última lección en forma de experiencia. Una decisión errónea marcada en rojo Ducati. Un chaval que te roba la corona en Cheste mientras sonríe. Un viejo al que cada finde le dejan fuera de la disco. Una lluvia que te despierta pesadillas. Y esa es la mirada del piloto. El DNI de todas las vivencias que le han forjado, de todos los niveles que han superado con más o menos comodidad para llegar a este escenario a dos batallas. Son los mejores. Su hambre es legendaria. Sus talentos son diferentes y únicos entre sí. Se sientan en la silla. El doctor a la derecha. El noventa y nueve a la izquierda. Se miran. Y directamente su mirada, la mirada del piloto, visualizando al detalle el tablero. La bandeja de opciones. Un rey, una dama, dos torres, dos alfiles, dos caballos y ocho peones. Jorge Lorenzo contra Valentino Rossi. La batalla final por ser el mejor de su obra. El Doctor contra el guerrero.
Tras la QP en el gris, brumoso, grande, rápido y temible escenario de Sepang, el Samurái con el 26 es el que sonríe. Es la ficha que menos dentro del tablero está. Solo tiene una pole y la posibilidad de seguir sonriendo este invierno. Casi nada.
Casco amarillo. Traje azul. Visera negra. Nunca había visto esa mirada. Me aterras Valentino. “La estrategia parte de una cosa que no es verdadera.. Pero lo que dije ayer es verdad.” Ayer dijiste verdades que la gente no recuerda que hacía, ni esperaba que tú lo recordases:
“Son personas muy estúpidas.” ¿Quién no ha pensado eso leyendo redes sociales un Domingo?
“Los que se meten con Iannone no son mis verdaderos seguidores." No todos los fans de Rossi son iguales, ¿verdad?
“Márquez ayudó a Lorenzo.” No sé ni nadie creo que sepa lo que quería la hormiguita aquel Domingo de sudores, pero si te basas en algo objetivo como la gráfica igual que hizo Valentino, y sin haber visto la carrera (alguna persona habrá que no la haya visto, quizá viva al límite) sabes que los tiempos de Márquez son como el relieve de Cantabria mientras que los de Lorenzo son una auténtica meseta central
“En 2009 cometíamos más errores. Cada temporada tiene su propia historia y ésta está más apretada.” Sincera la gallina vieja, sabe que una obra se compone de muchas novelas muy diferentes.
“Sí. En Laguna Seca me quiso pasar en el saca corchos sólo porque yo había adelantado ahí a Stoner cinco años antes” ¿Nadie ha pensado nunca esto? Yo sí, en el momento de la misma frenada. Y ensayos ‘de chorra’ en los entrenos de aquel finde lo corroboran. El ‘yo también quiero’.
“Parece que solo quiere compararse conmigo.” ¿Tampoco pensaste esto en algún segundo de tu vida? Rossi y Márquez. Márquez y Rossi. Dos épocas juntas en pista, recuerda.
Terminando la parte sabrosa de las erróneas declaraciones de Valentino, me quedo con lo mejor. ¿Por qué lo mejor? Había que saberlo. El lector debía comprenderlo. Escuchárselo al propio protagonista y no en la barra del bar o tras 10 años en una autobiografía. Ha sido ahora. Retrocedemos. Capítulos sin cerrar, ajustes de cuentas y Maximiliano en la comparativa: "Él piensa que en Argentina yo le tiré a propósito, o que en Assen yo podría haber desaparecido y no golpearme. Quiere luchar por superar mi número de victorias y títulos. Si yo gano este mundial sabe que tendría que ganar otro más. Al final prefiero la conducta que tenía Biaggi, ahí al menos las posiciones eran claras: no nos podíamos soportar."
A este Valentino me lo han cambiado. El puro Rossi era el de la perseverancia y creencia en sí mismo de Termas, el de apurar los límites de la legalidad para una victoria deseosa y fotográficamente perfecta, el que se despierta en Silverstone y al abrir la ventana ya sabe lo que tiene que hacer, el que remonta, aparece y gana en la impactante lucha de Losail. Este es otro. Nuevo, sin dejar de ser él. Pero un auténtico peligro. Una versión paralela. Como Spider-Man y Venom. Su alter ego. El Rossi oscuro.
Con la mirada de la derrota, de la impotencia, la más humilde voz del Valentino que ha llegado hasta aquí dijo en años de Desmosedici: “Con Sete… Al final, mira, esto es así. Aquí todos los pilotos que ves hacen todo lo que está en su poder por ganar. Lo que sea con tal de ganar. Y no fui una excepción.”
Mira mucho atrás. Quien viene. Quien está. Quiere estar a veces sólo y otras bien acompañado. Trabaja sólo en pista y contra todos fuera de ella. Es el jefe. El jefe controla. El jefe quiere que todo vaya bien para su beneficio. Quiere su Mundial a 2 carreras. Su novela de Sepang y su novela con Ricardo Tormo. Quizá Jorge y Valentino compartan algún libro en el futuro, pero aquí el final lo quiere escribir la muñeca fosforita. Baja la mirada, mueve la mano, elige la ficha. El de rojo irá conmigo. Tú estarás cabreado y querrás arrasar, porque “parece que piensa como un crío, si no gana él no gana nadie.” Y tú, Giorgio, hagas lo que hagas o trabajes como trabajes, ahí estaré. Detrás. Delante. Mirándote en el ojo de Sepang. La bruma y 11 puntos nos separan. El sol de Cheste quiere sentenciar y esta es mi jugada.
Él es Valentino Rossi. Dueño y señor de su destino y capaz de jugar con el de los demás. Enrabietado con la historia. El doctor no está nervioso, está furioso. El personaje del que todos hablan. Un auténtico joker, capaz de actuar sabiendo cual es la siguiente escena. Midiendo cada palabra, cada truco. Mostrando cada gesto. Haciendo suya la pista. Haciendo suya la obra 'MotoGP 2015' ya nominada a un Oscar y con guión por definir. La saga dura unos 20 años, y quizá sea el lejano Rey el que mueva la ficha definitiva y ponga su punto y final.
Como el cuarenta y seis, he medido cada palabra, cada expresión. Lo más probable es que no veas lo que veo yo, pero “sólo quiero que sepas que yo lo sé.”
@JaviYellow46
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